Hace unos años transitaba por la Ciudad de México en el metro. Lo que más me emocionaba era usar los vagones anti-violencia como yo les decía, o más conocidos como los vagones para mujeres y niños.  Me interesaba ver si se respetaban y si servían. Me surgía también otra pregunta: ¿Qué pasa si me voy en otro de los vagones, será que ahí todo se vale? ¿Será que la que quiere que la respeten se tiene que quedar en los vagones solo para mujeres?

Aunque mi experiencia fue positiva (no me aventuré afuera de los vagones anti-violencia) y no tengo incidentes de acoso que reportar, me quedaron muchas preguntas sin contestar. Hasta ahora.

Uno de los más recientes estudios del BID, analiza justamente el impacto del Programa Viajemos Seguras en el metro de la Ciudad de México, específicamente la separación vagones de hombres y mujeres en la hora pico de la mañana y la tarde.

Cabe resaltar que, aunque en un mundo ideal las mujeres podríamos movernos junto a los hombres sin ser acosadas, la violencia contra las mujeres en el transporte público limita nuestra movilidad, acceso a bienes y servicios y en ese sentido, nuestro bienestar y desarrollo.

En el metro de la Ciudad de México, como en muchos otros sistemas de transporte, esto es un gran problema. De hecho, según las encuestas realizadas por el estudio, cuando yo estaba emocionada de usar el metro de la ciudad, de haberme aventurado fuera de los vagones para mujeres o de haberlo utilizado cuando no estaban los vagones de mujeres en uso, hubiera tenido casi un 50% de probabilidad de ser “manoseada”, y alrededor de un 10% de probabilidad de ver a hombres masturbarse o eyacular.

Ante esta situación es que surge el programa de Viajemos Seguras. El estudio que analiza su impacto combina métodos cualitativos y cuantitativos para entender la situación, los efectos directos del programa y para poder identificar áreas de mejora.

El hallazgo principal es que la separación de vagones resultó en una reducción de más de 11 puntos porcentuales en la probabilidad de sufrir violencia. Según el estudio, cuando existe separación entre vagones “la violencia sexual prácticamente desaparece”.

Pero también sucede otra cosa. Hay un incremento, de al menos 30 puntos porcentuales, en la probabilidad tanto para hombres como para mujeres de ser víctimas de violencia física.

Según el estudio, las explicaciones de este fenómeno pueden ser muchas:

“Por una parte, es posible que el espacio reservado a las mujeres sea más grande que el socialmente óptimo, causando mayor aglomeración en el resto de los vagones. Otra posible explicación pudiera implicar que al tener una incidencia directa en el contexto social de los vagones, el programa puede afectar el costo social de ejercer violencia en el transporte público. Por ejemplo, si consideramos que pudiera existir un castigo social hacia los hombres por ejercer violencia física en presencia de mujeres, la segregación por género en los vagones puede reducir este costo, propiciando así mayores niveles de violencia física.”

Estos hallazgos sugieren una cosa: si bien se obtuvieron logros importantes reduciendo acoso en los vagones para mujeres, es hora de salirse de estos vagones y prevenir la violencia y el acoso sexual más allá de ellos.

Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo

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